Tenemos La Llave Que Abre Todas Las Puertas


“Porque todas las promesas de Dios son en Él sí, y en Él Amén.” 2 Corintios 1:20

Hay momentos en la vida, donde el gigantesco tamaño de los problemas que nos asedian nos llega a asfixiar. Nos sentimos con el agua hasta el cuello, yendo hacia lo profundo donde ya casi no damos pies, y la ansiedad que sentimos en esos momentos nos lleva cautivo a la desesperación.

El apóstol Pablo nos dice en Filipenses 4:6 “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.”

Para poder orar de acuerdo a lo que el apóstol Pablo nos recomienda hacer, hay que tener fe, hay que creer que Dios oyó nuestra oración y la contestó y entonces dar gracias, sin preocuparnos más del problema, sin afanarnos por el asunto. El afán y la ansiedad, no obran de acuerdo a la fe. El diccionario de la lengua Española nos dice: “La ansiedad es un estado de agitación que no permite estar sosegado al que lo padece.”

Esta agitación que produce la ansiedad anula la fe. Este sobresalto en el corazón de la persona, no le permite fijar sus ojos en Dios. Por tanto esta persona queda totalmente a merced de la desesperación, pues al no poder mirar a Dios, no puede ver la llave que abre todas las puertas que a nuestros ojos se ven cerradas.

John Bunyan, el escritor del libro más vendido en el mundo después de la Biblia, “El Progreso del Peregrino”, ilustró en su obra literaria lo que estoy hablando de esta manera: “Cuando Cristiano y su amigo Esperanza se separaron de la senda, pisaron terreno prohibido y encontraron que por causa de su descuido, el gigante Desesperación los había encerrado en el castillo de la duda. Estuvieron allí varios días hasta que una noche comenzaron a orar. Ahora, un poco antes que se hiciera de día, Cristiano, medio asombrado rompió en una exclamación apasionada: _ ¡Qué insensato he sido! dijo él yaciendo de esta manera en este calabozo horrible cuando puedo caminar en libertad. Tengo una llave en mi pecho que se llama Promesa, y esta llave yo sé que abrirá cualquier cerradura en el castillo de la duda. Entonces dijo su amigo Esperanza: Estas son buenas noticias, querido hermano; sácala de tu pecho y prueba. Entonces Cristiano la sacó de su pecho y comenzó a probar la puerta del calabozo cuyos cerrojos cedieron con facilidad y así Cristiano y Esperanza salieron.”

Cuando quitamos los ojos de Jesús, y los ponemos en los problemas que estamos enfrentando comenzamos a hundirnos. Al nuestro mirar no ir acompañado de fe, comenzamos a caminar en terreno peligroso, pues separándonos de la fe comenzamos a transitar por sendas prohibidas. Al avanzar por estas sendas prohibidas, es muy fácil caer en el afán y la ansiedad.
Enredados así en esta agitación que produce la ansiedad, espíritus de desesperación y tormento nos llevaran cautivo a tener pensamientos de duda e incredulidad de la Palabra de Dios.

Querida hermana, quizás tu hoy estés presa en el castillo de la duda. Con tantos problemas te sientes aprisionada y ya no tienes fuerza para seguir creyendo en un milagro. ¡No te rindas! Recuerda que las promesas de Dios son la llave que abrirá cualquier puerta que ha estado cerrada. Quita tus ojos del problema y ponlos en la Palabra de Dios. Busca una promesa en la cual puedas apoyar tu petición de oración y confiesa lo que está escrito: Todas las promesas de Dios son en Él sí, y en Él Amén. No hay lugar para la duda, la llave que abrirá cualquier puerta, son las Promesas de Dios. ¡Amén!

Autora; Dámaris Yrion






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